Carlos, Laura, María, Antonio, Manuel, Rocío y cualquier otro, todos son lo mismo. Todos tienen alguna edad. Todos han tenido un momento en el que querían ser algo de mayor. Y todos se han decepcionado.
Se han acostumbrado a verse y a sentirse. Su rostro les resulta familiar y de tanta rutina está en el punto neutro de belleza. Pero se sienten mayores porque sus sueños y sus miedos han cambiado. Han pasado años y años decidiendo sobre qué hacer, qué estudiar, si estudiar, qué ponerse. Han evolucionado del blanco al negro y de ahí a los cuadros, cada uno en su orden.
Todos son uno. Uno que ha pasado derrotas y ha sido humillado. Uno que alberga en lo más profundo un defecto terrible, que esconde. Uno que hace como que no pasa nada, que la vida no le afecta. Sube las escaleras y escala las montañas, supera los obstáculos y se rehace a sí mismo. Ama, como nadie y como todos, a su manera y a la de siempre. Quiere y desea cosas y gente. Da y coge.
Porque vivir es la única forma de vivir.
Se han acostumbrado a verse y a sentirse. Su rostro les resulta familiar y de tanta rutina está en el punto neutro de belleza. Pero se sienten mayores porque sus sueños y sus miedos han cambiado. Han pasado años y años decidiendo sobre qué hacer, qué estudiar, si estudiar, qué ponerse. Han evolucionado del blanco al negro y de ahí a los cuadros, cada uno en su orden.
Todos son uno. Uno que ha pasado derrotas y ha sido humillado. Uno que alberga en lo más profundo un defecto terrible, que esconde. Uno que hace como que no pasa nada, que la vida no le afecta. Sube las escaleras y escala las montañas, supera los obstáculos y se rehace a sí mismo. Ama, como nadie y como todos, a su manera y a la de siempre. Quiere y desea cosas y gente. Da y coge.
Porque vivir es la única forma de vivir.
Rocío Bueno
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