Antaño, hubo hombres que festejaban a la Luna y al Sol por los bienes que, directa o indirectamente les habían otorgado. Eran felices y cantaban en el placer de su ignorancia.
Entonces, llegaron hombres que les cambiaron los nombres. Los llamaron de santos. Festejaban a San Luna y Santa Sol por los bienes que, directa o indirectamente, les habían regalado. No eran tan felices y cantaban la necesidad en la sumisión.
Finalmente, llegaron forasteros con bailes pegadizos, timbre de voz hermoso y costumbres reminiscentes de la antigüedad local. Todos empezaron la fiesta con los padres del pueblo venidos de lejos. Pero, aunque quisieron devolver la cultura, ya eran demasiado extranjeros.
Y así, es la historia de la imposición de lo sagrado, y la negación de lo tradicional.
Entonces, llegaron hombres que les cambiaron los nombres. Los llamaron de santos. Festejaban a San Luna y Santa Sol por los bienes que, directa o indirectamente, les habían regalado. No eran tan felices y cantaban la necesidad en la sumisión.
Finalmente, llegaron forasteros con bailes pegadizos, timbre de voz hermoso y costumbres reminiscentes de la antigüedad local. Todos empezaron la fiesta con los padres del pueblo venidos de lejos. Pero, aunque quisieron devolver la cultura, ya eran demasiado extranjeros.
Y así, es la historia de la imposición de lo sagrado, y la negación de lo tradicional.
Rocío Bueno
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